domingo, 14 de diciembre de 2008

Ramses

Hijo de aristócratas, desde muy temprano, el pequeño R. destaca por su inteligencia y sagacidad. A los dos años ya sabe leer y, en todos los tets de inteligencia que se le practican, pulveriza los resultados. A los seis años ya lee dos libros diarios y a los diez, toma por costumbre leer nueve libros al día. A los 75 años ya habrá leído todos los libros publicados en el mundo, por lo que para entonces albergará toda la sabiduría que los libros son capaces de dar.

No asiste a la escuela, ni a institución de enseñanza alguna, hasta que ingresa en Cambridge para cursar estudios de Filosofía. Hasta ese momento es educado en la mansión familiar de Trieste por el profesor Solondz (hasta los 13 años) y por Italo Svevo desde los 13 hasta los 18 años, fecha en la que parte hacia Inglaterra.

Es precisamente a través del maestro y amigo de Svevo, James Joyce, como se decide a marchar a Cambridge. Allí, alterna con Ludwig Wittgenstein, David Pinsent, Karl Popper y Bertrand Russel de quienes aprende los caminos de lo racional y de lo irracional.

De Cambridge parte hacia el mundo con una meta: alcanzar el mayor conocimiento posible y terminar su vida siendo un hombre sabio. Sin embargo, no tarda en darse cuenta de que la vida es mucho más de lo que hay en los libros razón por la cual se lanza a vivir toda experiencia que está a su alcance.

De este modo se entrega a todo lo que la vida depara. Obtiene matrícula de honor en todas las asignaturas después de haberlas suspendido todas previamente. Juega a las canicas, al marro, a los médicos. Va a la compra con su madre y a las carreras de caballos, con pordioseros y con mujeres sufragistas. Se rompe uno por uno todos los huesos del cuerpo en todo tipo de peripecias y acrobacias infantiles y adultas.

Se casa, se divorcia. Tiene seis hijos, los educa, los defrauda uno por uno y recupera su confianza. Siente miedo, vergüenza, odio, amor, ignorancia y alegría.

Trabaja consecutivamente como marino mercante, estibador, farero en Galicia, filósofo en Köninsberg, alcalde, concejal, maitre, minero, canciller, librero, escayolista, recadero, bibliotecario y cochero. Se convierte en la primera persona en el mundo en someterse a una operación de cambio de sexo. Gana apuestas en Ascot y y las pierde en Epsom. Da conciertos de piano, fagot y flauta travesera. Levanta paredes y ayuda a derribar tiranías. Atraviesa las fronteras de todos los países, conoce a Conrad, Garri cha, Speke, Largo Caballero y Negrín. Asciende al Everest de noche sin decir nada a nadie, ni tan siquiera a su amigo Hillary que todavía piensa que ha sido el primer hombre en hollar la cumbre más alta del globo.

Trasplanta corazones e hígados, se convierte en forajido y maleante. Gana todas las medallas de oro en todas las olimpiadas en las que participa. Es la última persona que vio vivo a Scott antes morir congelado. Obtiene los premios Nobel de todas las disciplinas y renuncia a todos menos uno para saber que se siente al pronunciar un discurso frente un auditorio de suecos.

Vive exiliado, inventa la palabra aerobic, descubre un elemento apócrifo de la tabla periódica y se corta el pelo al cero. Caza el último bisonte albino y se come el corazón vivo. Vivie en Nueva York en plena depresión y vaga por Rajasthan como Shadu.

Probablemente ha sido el ser humano que ha estado más cerca de saberlo todo, de experimentarlo todo y de comprenderlo todo y por tanto, de ser Dios. Sólo le faltó conocer una cosa: la muerte.

1 comentario:

Anónimo dijo...

????
que es esto martin?

¿Qué si me importa que me escriban comentarios?

Al revés, todo lo contrario, me anima el saber que hay alguien a quien, inexplicablemente, le gusta lo que escribo.